Córdoba esconde una de las mayores fosas de fusilados de Europa. Y sí, hay carteyanos en ellas.

Córdoba es una ciudad milenaria y ahora, dispersa, entre los cementerios de La Salud y San Rafael, se ha encontrado en ella una fosa común con los esqueletos de miles de seres humanos fusilados. 

Se estima que los restos de en torno a 4.000 personas, ejecutadas durante la Guerra Civil (1936-1939) se encuentran enterrados ahí. 

De hecho, se sabe, que la matanza en Córdoba fue sistemática y muy bien organizada. Tanto fue así, que la cantidad de víctimas supera a la de otras fosas comunes conocidas en España.

El papel de la sociedad civil, en una lucha por la verdad y la justicia, ha sido fundamental para encontrar esta ingente cantidad restos mortales, que yace bajo la tierra. Sin embargo, la identificación de los cuerpos será un proceso complejo y presenta grandes dificultades, debido al tiempo transcurrido, por un lado, y a la mezcla de los cuerpos, por otro. Además, el proceso de exhumación se enfrenta a obstáculos de tipo político y burocrático.

Presentamos un artículo describe todo este proceso en lo que es un descubrimiento que tiene importantes implicaciones políticas y sociales, reabriendo viejas heridas y generando debates sobre la necesidad de remover la memoria histórica. Porque la búsqueda y exhumación de las víctimas es un acto de justicia y reconocimiento. Y no debería haber tantos obstáculos para ello.

El descubrimiento de estas fosas de Córdoba es un recordatorio trágico de la violencia que se vivió en Andalucía durante la Guerra Civil Española y muestra la importancia de confrontar el pasado y conocer los alcances a los que puede llegar el ser humano en su inconsciencia colectiva, para que no se repita. 

Queremos sacar a nuestros familiares de esas fosas, queremos restaurar su memoria y su dignidad destrozada, llevar sus restos a los panteones de su familia, ya que jamás pudieron volver a sus casas.

¡QUE NO SE REPITA!

 

Carteyanos en La desbandá, el crimen de la carretera de Málaga

En febrero de 1937 más de cien mil personas huyen despavoridas desde Málaga por la carretera de Almería. Temen la inhumana represión de las tropas franquistas, que ya anunciará Queipo de Llano por la radio, cuando entraran a la ciudad.

(Artículo sobre el terrorismo radiofónico de Queipo en National Geographic)

Entre estas personas también había carteyanas, Antonia y Josefa Priego Cubero, dos jóvenes que lograron sobrevivir gracias a que abandonaron la carretera para esconderse, rumbo a la sierra. 

Igualmente sobrevivió su padre, Saturnino Priego Polo, que sería poco después arrestado y desaparecido en Nueva Carteya, enviado a la cárcel de Córdoba, acusado de "delitos políticos". Cómo otros miles de seres humanos de toda la provincia y más allá, fue asesinado o en el paredón del cementerio de La Salud o en el de San Rafael. Sus restos fueron hallados 75 años después. 

La gente que huyó de Málaga en "La Desbandá" era población civil desarmada, mayoritariamente familias enteras, mujeres, personas mayores, niños..., muchos habían llegado a la ciudad desde otras partes de Andalucía, desde pueblos donde el ejercicio franquista y sus acólitos locales estaban ya ajusticiando a todo el que oliera a rojo. Muchas de estas personas habían estado refugiadas en la catedral de Málaga.

Saturnino fue activista de la Izquierda Republica en su pueblo natal, Nueva Carteya, del que ya había huido temiendo por su vida, hacia Málaga, y al que regresó tras la toma de la ciudad, pues no tenía "las manos manchadas de sangre". Según se escuchaba en los partes de guerra por la radio: "Nada tiene que temer de la justicia aquel que no tenga las manos manchadas de sangre", una consigna que sirvió al régimen para dar caza a muchas personas que se confiaron, en el interior, y para burlarse de la mirada internacional, bajo apariencia de someterse a la Convención de Ginebra de 1929 (véase este artículo del historiador Francisco Moreno Gómez, pp. 199).

A lo largo de más de 200 Km, en dirección a Almería, fueron perseguidos y atacados por tropas de la artillería de Franco, la flota de Musolini y unidades del ejercito del aire de Hitler.

El suceso es conocido como La Desbandá.


Este crimen permaneció silenciado durante décadas. Sin embargo, había sido documentado por el canadiense Norman Bethune, un brigadista y médico canadiense, que había participado como camillero en la Primera Guerra Mundial y que, en 1936, acudió a la guerra civil española, donde desarrolló el primer servicio móvil de transfusiones de sangre.

El esfuerzo de diferentes organizaciones y personas ha logrado que este terrible hecho no se olvide. tres decenas de libros, una quincena de documentales, once exposiciones distintas, artículos de prensa, programas de radio, debates en televisión y una larga marcha senderista anual, mantienen viva la memoria de aquel crimen de lesa humanidad.

Trailer: La masacre olvidada de la carretera de Málaga